Homenaje a la sombra

En “Cine o sardina” Cabrera Infante relata el anónimo homenaje que Jaime Soriano le hizo al compositor europeo en Puerto Rico.
Por cosas del destino Rozsa llegó a San Juan y “estuvo varios días de incógnito, como viajaba siempre y no por elección: nadie sabía quien era.” Soriano se enteró y pactó silenciosamente con la empleada del lobby del hotel que a una señal suya hiciera sonar la cinta con la música que le había entregado.
“Miklos Rozsa entró por fin al hotel. Jaime del otro lado hizo su seña que era otra entrada -¡y el vestíbulo, como el oído, se colmó de música! De la música que Rozsa había compuesto para "El ladrón de Bagdad"…Pero Rozsa atravesaba el lobby sin atender, casi sin oír. De pronto ¡se paró en seco! Había reconocido los acordes estruendosos…¡Ésa era su música! ¿Por qué sonaba aquí en San Juan tan lejos de Hollywood…?
Miklos Rozsa nunca supo…Jaime Soriano montó el mejor homenaje…un homenaje en vivo como son los verdaderos homenajes.”
El año pasado vi “Standing in the Shadows of Motown” (2002), un sentido documental sobre los músicos de sesión que tocaron en la mayor reunión de hits de la historia de la industria musical. Por supuesto también viajaban siempre de incognito; nadie los conoce.
La película comienza demoledoramente preguntando a la gente en tiendas de discos si conocen Motown y la mayoría sin dudarlo recita nombres como Stevie Wonder, Marvin Gaye, The Supremes, Smokey Robinson…pero al ser interrogados por los músicos que acompañaron esas canciones todos enmudecen.
La banda se llamó The Funk brothers y sólo los fanáticos del rhythm and blues reconocíamos alguno de los músicos que por allí pasaron tocando tan maravillosos éxitos.
Una de las anécdotas más conmovedoras del documental la relata un productor hablando de Robert White guitarrista de la agrupación.
Estaban en una cafetería a principio de los años noventa y mientras esperaban para ordenar sonó el comienzo de “My Girl” donde White tocaba la guitarra. El músico reconoció su inconfundible introducción y emocionado le dijo a la camarera: “¿Hey, oyes eso?...” pero luego titubeó avergonzado y cambió el tema ordenando la comida.
El compañero de mesa le dijo que porqué se había detenido, que porqué no le había dicho que efectivamente él era quien había inventado y tocado aquella línea de guitarra reconocida y escuchada por millones de personas y que está en las enciclopedias del rock junto a los grandes temas.
En ese momento el productor entendió que treinta años después ya era justo un reconocimiento a aquellos músicos extraordinarios que habían permanecido a la sombra.
Cuando éramos muchachos y compartíamos vivienda de estudiantes, alguna vez hablamos de lo importante que sería homenajearnos ahora que estábamos vivos, jóvenes y que lo disfrutaríamos. La propuesta era que periódicamente se haría entrega de algún premio a cada uno de nosotros y por supuesto ¡a celebrarlo como Dios manda! serían más de 15 minutos de fama, sería la noche del premiado.
Finalmente nunca lo hicimos (bueno, celebrar sin razón sí), algunos ya no están y con el tiempo las ganas de celebrar y autocelebrar se modifican.
Esto me hace pensar en las palabras del cineasta americano Albert Maysles hablando de su trabajo como documentalista en la primera visita de Los Beatles a USA:
-"La gente necesita que se le preste atención, ya sean famosos o gente de la calle."