desdeotraparte

martes, mayo 23, 2006

Homenaje a la sombra

Miklos Rozsa fue un gran compositor de bandas sonoras que emigró desde Budapest a Hollywood donde firmó músicas memorables para "Quo Vadis", "Double Indemnity" o "Spellbound" (Aquella de Hitchcock en que Dalí participó con su toque surrealista).
En “Cine o sardina” Cabrera Infante relata el anónimo homenaje que Jaime Soriano le hizo al compositor europeo en Puerto Rico.
Por cosas del destino Rozsa llegó a San Juan y “estuvo varios días de incógnito, como viajaba siempre y no por elección: nadie sabía quien era.” Soriano se enteró y pactó silenciosamente con la empleada del lobby del hotel que a una señal suya hiciera sonar la cinta con la música que le había entregado.
“Miklos Rozsa entró por fin al hotel. Jaime del otro lado hizo su seña que era otra entrada -¡y el vestíbulo, como el oído, se colmó de música! De la música que Rozsa había compuesto para "El ladrón de Bagdad"…Pero Rozsa atravesaba el lobby sin atender, casi sin oír. De pronto ¡se paró en seco! Había reconocido los acordes estruendosos…¡Ésa era su música! ¿Por qué sonaba aquí en San Juan tan lejos de Hollywood…?
Miklos Rozsa nunca supo…Jaime Soriano montó el mejor homenaje…un homenaje en vivo como son los verdaderos homenajes.”

El año pasado vi “Standing in the Shadows of Motown” (2002), un sentido documental sobre los músicos de sesión que tocaron en la mayor reunión de hits de la historia de la industria musical. Por supuesto también viajaban siempre de incognito; nadie los conoce.
La película comienza demoledoramente preguntando a la gente en tiendas de discos si conocen Motown y la mayoría sin dudarlo recita nombres como Stevie Wonder, Marvin Gaye, The Supremes, Smokey Robinson…pero al ser interrogados por los músicos que acompañaron esas canciones todos enmudecen.
La banda se llamó The Funk brothers y sólo los fanáticos del rhythm and blues reconocíamos alguno de los músicos que por allí pasaron tocando tan maravillosos éxitos.
Una de las anécdotas más conmovedoras del documental la relata un productor hablando de Robert White guitarrista de la agrupación.
Estaban en una cafetería a principio de los años noventa y mientras esperaban para ordenar sonó el comienzo de “My Girl” donde White tocaba la guitarra. El músico reconoció su inconfundible introducción y emocionado le dijo a la camarera: “¿Hey, oyes eso?...” pero luego titubeó avergonzado y cambió el tema ordenando la comida.
El compañero de mesa le dijo que porqué se había detenido, que porqué no le había dicho que efectivamente él era quien había inventado y tocado aquella línea de guitarra reconocida y escuchada por millones de personas y que está en las enciclopedias del rock junto a los grandes temas.
En ese momento el productor entendió que treinta años después ya era justo un reconocimiento a aquellos músicos extraordinarios que habían permanecido a la sombra.

Cuando éramos muchachos y compartíamos vivienda de estudiantes, alguna vez hablamos de lo importante que sería homenajearnos ahora que estábamos vivos, jóvenes y que lo disfrutaríamos. La propuesta era que periódicamente se haría entrega de algún premio a cada uno de nosotros y por supuesto ¡a celebrarlo como Dios manda! serían más de 15 minutos de fama, sería la noche del premiado.
Finalmente nunca lo hicimos (bueno, celebrar sin razón sí), algunos ya no están y con el tiempo las ganas de celebrar y autocelebrar se modifican.
Esto me hace pensar en las palabras del cineasta americano Albert Maysles hablando de su trabajo como documentalista en la primera visita de Los Beatles a USA:
-"La gente necesita que se le preste atención, ya sean famosos o gente de la calle."

martes, mayo 02, 2006

Garganta poco profunda


Esta semana bajaba por mi calle y desalojaban un piso; estaban dejando tirados en la acera muebles y objetos entre ellos algunos libros. Best Sellers, viejas revistas y encontré allí “Un cine para el cadalso” de Román Gubert y Doménech Font.
Este libro de 1974 documenta la censura sufrida por el cine en España en tiempos de dictadura. Lo de la censura y autocensura es un tema complicado, ahí tenemos el hecho de las caricaturas de Mahoma que propician el debate desde ambos extremos.
Libertad…censura…democracia…Al tiempo se me viene a la cabeza el discurso de Saramago con respecto a la falsa democracia en que vivimos; efectivamente dista mucho de la inventada por los griegos y más parece una fachada decorativa al servicio de poderes políticos y económicos como argumenta el portugués. Es natural pensarlo, sobre todo sabiendo que “el futuro del mundo” lo decide el Banco Mundial donde el voto de unos pocos decide sobre el resto. “El poder para el pueblo”
Bueno, me desvié del tema, mejor regresar a asuntos importantes como el cine que era de lo que hablaba. El año pasado se produjo Inside Deep Throat un documental sobre la famosa película porno de los años setenta narrada por el incorregible Dennis Hopper donde se cuenta, entre otras cosas, la censura que sufrió la película y los cinco años que pasó en prisión Harry Reems su protagonista masculino.
Todo esto ocurrió en el país de la libertad, algo de no extrañarse, pero al final el dato significativo del asunto se resume en que ha sido la película más rentable de la historia: 25.000 dólares de inversión, 600 millones de recaudación. Estas cosas sí que son importantes en aquel país.
El tema de la censura en el cine tiene muchos matices y caben preguntas como las siguientes: ¿Condicionar la distribución de una película a la participación de tal o cual actor es una clase de censura?, ¿Estipular una duración obligatoria que se enmarque dentro de la hora y media también lo es?, ¿Insinuar qué temas son o no son convenientes de tratar significa una censura?.
Yendo más allá, hay procedimientos establecidos que se siguen al pie de la letra a la hora de realizar un filme; es decir, hacer cambios de plano cada tantos segundos, introducir una variación narrativa cada tantos minutos, conservar un ritmo marcado por técnicas narrativas basadas en principio, desarrollo y desenlace; en resumen un manual de estilo que tiene Hollywood y que viene a ser la biblia del quehacer cinematográfico.
Si pensamos que el 99% del cine (occidental) se hace siguiendo estas normas cabría hablar al menos de poca libertad o autocensura (genética) pero no olvidemos que es una industria liberal, que es americana y que así es La règle du jeu.

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